Ojo con el discurso del payaso
Los televidentes estábamos perplejos, el gobierno había
exportado desde Japón el terremoto
ocurrido allí haciéndolo propio. Se trataba de reeditar el nuestro del 27 de
febrero, poniendo a prueba todos los mecanismos de reacción frente a un hecho
verídico pero lo suficientemente distante para considerarlo íntimamente un
simulacro, un simulacro a gran escala, pero presentado con signos inequívocos
de verosimilitud a la población.
Quiso el azar que el maremoto japonés coincidiera con el día
en que se cumplía un año desde que el presidente Piñera se había hecho del
sillón presidencial. Debíamos experimentar en diferido (en las 24 horas
siguientes), las calamidades del
maremoto asiático que azotaría el largo litoral chileno, debíamos asistir a la
demostración de la oportuna y eficiente intervención de su nuevo gobierno que
evitaba en forma impecable la tragedia inminente.
En la operación se movilizaron cerca de 600 mil personas, el
presidente habló varias veces, los ministros otras tantas, en total más de 40
veces en el día y de la noche también. Histriónicas declaraciones por la tele
decretaban alertas y alarmas, y se agradecía públicamente a los medios de
comunicación por los efectos especiales que tuvieron las imágenes mostradas al
país.
“Cero-punto-veinticuatro
metros” habría subido el nivel del mar en algunos puntos del litoral aseguraba
con voz grave el ministro del Interior, es decir, apenas 24 centímetros ;
valga la aclaración para los millones de telespectadores que no dominan los
números decimales de acuerdo con la mala calidad de la educación de los
chilenos que se ha detectado en reiteradas mediciones.
Ningún esfuerzo está demás cuando se trata de salvar vidas
dice el presidente llevándose la mano al pecho para indicar el lugar donde se
encontraría su alma.
La operación en rigor, la oportunista realización de este
mega-simulacro, posicionaba al presidente después de las progresivas bajas de
popularidad que había demostrado en las últimas encuestas como a un padre
ejemplar, ahora se constituiría en“el padre de Chile”, desplazando hacia la
oscuridad a la “madre de Chile” que todos recordamos. El propio presidente se
encargó de hacer una tácita comparación con Bachelet sin nombrarla, si se
hubiera actuado como ellos lo estaban haciendo en este evento, se habrían
salvado muchas vidas afirmó sin ningún pudor.
La actuación del presidente se inscribe en la zaga que
comenzó con la tragedia de los 33
mineros. Él los habría rescatado de la horrorosa muerte, ahora él salvaría centenares de vidas de chilenos al
tocar personalmente la campana de alarma contra el temido maremoto.
La verdad de las cosas sea dicha, el famoso sunami
finalmente se redujo en lo que respecta a Chile, a unas cuantas marejadas en
lugares que se sabe que cada cierto tiempo ocurren sin necesidad que medie
ningún lejano maremoto. Sin temor a ser injusto, me parece que la actuación del
gobierno en este simulacro no declarado como tal, guarda mucha similitud con la
rutina discursiva de los payasos en un circo.
Es así como los payasos tienen la misión de seducir a los
asistentes durante el desarrollo de la función circense, ellos son los
encargados de engatusar al respetable público, de despistar a los cándidos ciudadanos para después sorprenderlos
con los sucesivos números que obedecen a una fría e inmutable programación.
Es un imperdonable despropósito tomar en serio a los
payasos, reírse de su nariz, mofarse de su peluca, de los torpes pasos con sus
largos zapatos. No se debe juzgar sus exageraciones, sus salidas de madre, sus peleas
a tablazos, sus jocosos diálogos, sus premeditadas deformaciones al lenguaje,
sus dubitativos descensos desde los
trapecios que son sólo comparables con el aterrizaje forzoso de un helicóptero
presidencial.
No se debe criticar a un payaso que dice marepoto por
maremoto, o que confunde la fundación de Santiago con la declaración de la
independencia de Chile, o que dice lo que hasta David Cameron sabe que dijo
sobre Robinson Crusoe a la población de la isla de Juan Fernández(1).
Estos textos son accesorios, son parte de la función es
cierto, pero que están allí para despistar, puesto que se trata a final de
cuentas de hacer engullir los platos
fuertes, vale decir: el partido de fútbol de los elefantes, los saltos de los tigres a través de los aros
de fuego, el rugido del león, el
latigazo del domador.
Los payasos ciertamente toman su revancha mucho tiempo
después, para cuando caímos en cuenta que detrás de su vilipendiado traje
existían hábiles trapecistas, diestros
malabaristas. Entonces concluimos
que los elefantes no tenían idea que estaban jugando a algo, que los tigres no
trataban de impresionarnos con sus proezas si no que se movían por reflejos
condicionados, y que el león no rugía como en la selva, si no que se quejaba
por estar siendo torturado.
La forma en que hace política el gobierno, tal como en el circo, implica una sofisticada
puesta en escena, una farsa al final de cuentas, se trata de sacar adelante sus
proyectos de ley camuflados de otros propósitos. Tenemos el volador de luces de
los 6 meses de post-natal para las madres, tenemos la anunciada consulta a los
pueblos originarios para burlar las exigencias de la OIT que lo establece en la
letra del convenio 169.
Existe la necesidad de desmontar esos escenarios engañosos,
de sacarles el camuflaje, de propiciar un gran debate frente a los proyectos
que impulsa el gobierno de la
Derecha , debemos reaccionar antes que sea demasiado tarde,
antes que sus proyectos se conviertan en ley, antes que sean parte del
intocable estado de derecho.
Tengo la extraña certeza que la oposición a Piñera se
comporta de la misma manera que el público circense. Esta se congratula de las
habituales “metidas de pata” del presidente Piñera creyendo que de ese modo
sólo se desprestigia, y en consecuencia, se acerca para ellos el retorno a La Moneda. La cuestión no
es el cambio de payasos, de trapecistas o malabaristas, aquí hay un plato de
fondo que se pretende que todos engullamos.
En Chile se intensifica el modelo económico que comprende al
mercado prácticamente sin regulación. Entonces aumenta la brecha entre ricos y
pobres, aumentan las amenazas y los golpes sobre el medio ambiente.
Los negocios, las inversiones, la expansión económica en una
palabra, son amenaza al espacio en que vivimos los chilenos. Son una amenaza
para la población originaria, y son una amenaza para los debilitados
trabajadores que están siendo expuestos al chantaje de la flexibilización
laboral. Bajo el pretexto del progreso material se está hipotecando el futuro,
bajo el pretexto de aumentar las plazas de trabajo se está dando un golpe
mortal a la capacidad de reacción de los trabajadores, sometiéndolos,
controlándolos.
Nos parecemos a una antigua embarcación de madera cuya
tripulación quiere ir más rápido, y para ello cree que es lícito lanzar a la
caldera en calidad de combustible, muebles, el mástil, la cubierta, y así
sucesivamente hasta la última molécula de madera.
El plato fuerte consiste en las 7 reformas estructurales que pretende hacer
ley el gobierno, y que paradójicamente son poco conocidas, no hay un debate
sobre ellas, no hay una política de verdadera oposición.
René Dintrans