miércoles, marzo 30, 2011

Umberto Eco nos alumbra, el hermetismo (esoterismo) la lleva en el siglo 21



    “Quisiera que captasen el significado profundo de esto, que, de no ser así, sólo sería un trivial juego hidráulico. De Caus sabía muy bien que si se coge un recipiente, se llena de agua y se cierra por arriba, aunque luego se practique un orificio en el fondo, el agua ya no sale. Pero si también se hace un orificio arriba, el agua defluye o brota por abajo.

-¿No es obvio?- pregunté-. En el segundo caso, entra el aire por arriba y empuja el agua hacia abajo.

-Típica explicación cientificista, donde se confunde la causa con el efecto, o viceversa. No hay que preguntarse por qué sale el agua en el segundo caso, sino por qué se niega a salir en el primero-

 -¿y porqué se niega? Preguntó ansioso Garamond.

  - Porque si saliese quedaría un vacío en el recipiente, y la naturaleza le tiene horror al vacío. Nequaquam vacui era un principio rosacruciuano, que la ciencia moderna ha olvidado.

  -Impresionante- exclamó Garamond-. Causaubon, en nuestra maravillosa  historia de los metales tienen que figurar estas cosas, no lo olvide. Y no me diga que el agua no es un metal. Imaginación, eso es lo que hay que tener.

-Perdone- dijo Belbo dirigiéndose a Agliè-, pero el suyo es un argumento post hoc ergo ante hoc. Lo que está después es causa de lo que estaba antes.

   -No hay que razonar siguiendo secuencias lineales. El agua de estas fuentes no lo hace. La naturaleza no lo hace, la naturaleza ignora el tiempo. El tiempo es una invención de Occidente.”

( de "El péndulo de Foucault" de Umberto Eco, cap.57)



domingo, marzo 20, 2011

Ojo con el discurso del payaso






Ojo con el discurso del payaso

Los televidentes estábamos perplejos, el gobierno había exportado  desde Japón el terremoto ocurrido allí haciéndolo propio. Se trataba de reeditar el nuestro del 27 de febrero, poniendo a prueba todos los mecanismos de reacción frente a un hecho verídico pero lo suficientemente distante para considerarlo íntimamente un simulacro, un simulacro a gran escala, pero presentado con signos inequívocos de verosimilitud a la población.


Quiso el azar que el maremoto japonés coincidiera con el día en que se cumplía un año desde que el presidente Piñera se había hecho del sillón presidencial. Debíamos experimentar en diferido (en las 24 horas siguientes), las calamidades  del maremoto asiático que azotaría el largo litoral chileno, debíamos asistir a la demostración de la oportuna y eficiente intervención de su nuevo gobierno que evitaba en forma impecable la tragedia inminente.

En la operación se movilizaron cerca de 600 mil personas, el presidente habló varias veces, los ministros otras tantas, en total más de 40 veces en el día y de la noche también. Histriónicas declaraciones por la tele decretaban alertas y alarmas, y se agradecía públicamente a los medios de comunicación por los efectos especiales que tuvieron las imágenes mostradas al país.

 “Cero-punto-veinticuatro metros” habría subido el nivel del mar en algunos puntos del litoral aseguraba con voz grave el ministro del Interior, es decir, apenas 24 centímetros ; valga la aclaración para los millones de telespectadores que no dominan los números decimales de acuerdo con la mala calidad de la educación de los chilenos que se ha detectado en reiteradas mediciones.

Ningún esfuerzo está demás cuando se trata de salvar vidas dice el presidente llevándose la mano al pecho para indicar el lugar donde se encontraría su alma.

La operación en rigor, la oportunista realización de este mega-simulacro, posicionaba al presidente después de las progresivas bajas de popularidad que había demostrado en las últimas encuestas como a un padre ejemplar, ahora se constituiría en“el padre de Chile”, desplazando hacia la oscuridad a la “madre de Chile” que todos recordamos. El propio presidente se encargó de hacer una tácita comparación con Bachelet sin nombrarla, si se hubiera actuado como ellos lo estaban haciendo en este evento, se habrían salvado muchas vidas afirmó sin ningún pudor.

La actuación del presidente se inscribe en la zaga que comenzó con la tragedia de los  33 mineros. Él los habría rescatado de la horrorosa muerte, ahora él  salvaría centenares de vidas de chilenos al tocar personalmente la campana de alarma contra el temido maremoto.

La verdad de las cosas sea dicha, el famoso sunami finalmente se redujo en lo que respecta a Chile, a unas cuantas marejadas en lugares que se sabe que cada cierto tiempo ocurren sin necesidad que medie ningún lejano maremoto. Sin temor a ser injusto, me parece que la actuación del gobierno en este simulacro no declarado como tal, guarda mucha similitud con la rutina discursiva de los payasos en un circo.

Es así como los payasos tienen la misión de seducir a los asistentes durante el desarrollo de la función circense, ellos son los encargados de engatusar al respetable público, de despistar a  los cándidos ciudadanos para después sorprenderlos con los sucesivos números que obedecen a una fría e inmutable programación.

Es un imperdonable despropósito tomar en serio a los payasos, reírse de su nariz, mofarse de su peluca, de los torpes pasos con sus largos zapatos. No se debe juzgar sus exageraciones, sus salidas de madre, sus peleas a tablazos, sus jocosos diálogos, sus premeditadas deformaciones al lenguaje, sus dubitativos descensos  desde los trapecios que son sólo comparables con el aterrizaje forzoso de un helicóptero presidencial.

No se debe criticar a un payaso que dice marepoto por maremoto, o que confunde la fundación de Santiago con la declaración de la independencia de Chile, o que dice lo que hasta David Cameron sabe que dijo sobre Robinson Crusoe a la población de la isla de Juan Fernández(1).

Estos textos son accesorios, son parte de la función es cierto, pero que están allí para despistar, puesto que se trata a final de cuentas de  hacer engullir los platos fuertes, vale decir: el partido de fútbol de los elefantes,  los saltos de los tigres a través de los aros de fuego,  el rugido del león, el latigazo del domador.

Los payasos ciertamente toman su revancha mucho tiempo después, para cuando caímos en cuenta que detrás de su vilipendiado traje existían hábiles trapecistas, diestros  malabaristas.  Entonces concluimos que los elefantes no tenían idea que estaban jugando a algo, que los tigres no trataban de impresionarnos con sus proezas si no que se movían por reflejos condicionados, y que el león no rugía como en la selva, si no que se quejaba por estar siendo torturado.

La forma en que hace política el gobierno, tal  como en el circo, implica una sofisticada puesta en escena, una farsa al final de cuentas, se trata de sacar adelante sus proyectos de ley camuflados de otros propósitos. Tenemos el volador de luces de los 6 meses de post-natal para las madres, tenemos la anunciada consulta a los pueblos originarios para burlar las exigencias de la OIT que lo establece en la letra del convenio 169.

Existe la necesidad de desmontar esos escenarios engañosos, de sacarles el camuflaje, de propiciar un gran debate frente a los proyectos que impulsa el gobierno de la Derecha , debemos reaccionar antes que sea demasiado tarde, antes que sus proyectos se conviertan en ley, antes que sean parte del intocable estado de derecho.

Tengo la extraña certeza que la oposición a Piñera se comporta de la misma manera que el público circense. Esta se congratula de las habituales “metidas de pata” del presidente Piñera creyendo que de ese modo sólo se desprestigia, y en consecuencia, se acerca para ellos el retorno a La Moneda. La cuestión no es el cambio de payasos, de trapecistas o malabaristas, aquí hay un plato de fondo que se pretende que todos engullamos.

En Chile se intensifica el modelo económico que comprende al mercado prácticamente sin regulación. Entonces aumenta la brecha entre ricos y pobres, aumentan las amenazas y los golpes sobre el medio ambiente.

Los negocios, las inversiones, la expansión económica en una palabra, son amenaza al espacio en que vivimos los chilenos. Son una amenaza para la población originaria, y son una amenaza para los debilitados trabajadores que están siendo expuestos al chantaje de la flexibilización laboral. Bajo el pretexto del progreso material se está hipotecando el futuro, bajo el pretexto de aumentar las plazas de trabajo se está dando un golpe mortal a la capacidad de reacción de los trabajadores, sometiéndolos, controlándolos.

Nos parecemos a una antigua embarcación de madera cuya tripulación quiere ir más rápido, y para ello cree que es lícito lanzar a la caldera en calidad de combustible, muebles, el mástil, la cubierta, y así sucesivamente hasta la última molécula de madera.

El plato fuerte consiste en las  7 reformas estructurales que pretende hacer ley el gobierno, y que paradójicamente son poco conocidas, no hay un debate sobre ellas, no hay una política de verdadera oposición.


René Dintrans