miércoles, abril 03, 2013

La Michelle es una vaca sagrada


La Michelle es una vaca sagrada

En Chile es mal visto hablar mal de una mujer, es mal visto encarar,  criticar, denostar, increpar, culpar, agredir a una mujer en público. La Derecha, que se cree muy inteligente, y que cree además poseer el monopolio de la prudencia, no ha considerado la sabiduría popular: se ha dedicado a acosar la figura de la ex-presidenta en ausencia

El silencio de Bachelet, el sigiloso camino de su retorno a la arena política, no son más que la expresión de una exitosa manera de hacer política electoral. No es nada fácil, aunque parezca todo lo contrario, inculparla judicialmente de negligencia por lo que hizo o no hizo el fatídico  27-F, de hecho, la solapada “judicialización” de la responsabilidad que pudiera tener en la muerte de 525 víctimas del terremoto no ha prosperado, hace agua.

Hay que considerar que no es fácil responsabilizarla políticamente de los efectos devastadores de un terremoto en que se liberó una energía equivalente a 100 mil bombas atómicas como la que los EEUU dejó caer en Hiroshima, en un terremoto considerado el 6º más potente registrado por la humanidad.

En rigor, la Derecha  no inició nunca el “juicio de residencia” que la ley contempla para estos casos, y ya vencieron los plazos para llevarlo a cabo. Por alguna razón no eligió ese camino, lo dejó pasar.

La Derecha abandona el campo de batalla, hay un total desconcierto entre sus filas,  sus pretendientes presidenciales se han chupado, aparecen como pálidos competidores en una carrera que ya se da por asegurado su resultado: la vuelta al sillón presidencial de la maternal-paternal presidenta Bachelet.

Por otro lado la Izquierda , la antigua extraparlamentaria, la del Juntos Podemos, ha perdido su fuerza creadora. Su principal socio, el Partido Comunista, es en la práctica desde hace tres años, parte integrante de la Concertación. De modo que también asistimos a un abandono coincidente del campo de batalla.

Lo que resulta paradójico verdaderamente, es que la Izquierda , la que definimos como tal, la que participó desperdigada en 3 frentes en la elección municipal pasada, la que unida constituye por si sola 1/6 del universo de los votos válidamente emitidos en la pasada elección de concejales, siga dividida para esta elección presidencial y parlamentaria.

 Ahora bien, si proyectamos esa votación municipal  a una lista única de oposición en las próximas parlamentarias, ese 1/6, es la cuarta parte de los 2/3, es decir, es el complemento del punto de quiebre del binominal.

Nunca antes en los 23 años precedentes de elecciones se había estado potencialmente tan cerca de quebrar el binominal; y sin embargo, nunca se había estado tan lejos de integrar una lista única de restauración de la democracia, una lista que sea producto de un acuerdo de ese 1/6 con los 3/6 que alcanza la Concertación , un frente amplio, una lista que tenga un programa en común, o al menos un mínimo factor en común, es decir, terminar con el binominal, que es en síntesis la piedra de tope de la democratización verdadera, y es por algo también el tabú de la Derecha , el campo de lo intransable. El cambio del binominal jamás contará con la aprobación de la Derecha, ni siquiera lo consideró para traer de vuelta a Pinochet de Londres, y menos ahora, que controla la UDI por sí sola  el tercio de la Cámara de diputados.

Una elección primaria abierta a toda la oposición para elegir los 2 cupos de candidatos que la ley estipula para cada circunscripción senatorial y cada distrito, no era una mala iniciativa, era una solución al alcance de la mano; las 2 primeras mayorías serían los 2 candidatos de un Frente Amplio de restauración de la democracia.

Compartir el poder adquirido va contra la costumbre, contra la codicia electoral de los partidos, contra la forma de ser de la dirigencia de partidos políticos de todos los tiempos. Esa característica fue precisamente la que tomó en cuenta el equipo de Pinochet que ideó el sistema binominal que se impuso en la Constitución del 80, que jamás ha sido sometido al juicio de la voluntad popular mediante un plebiscito, y el que la Derecha jamás transará.

Ahora bien, si es verdad que Michelle Bachelet es tan buena candidata, si es seguro que su votación será un fiel reflejo del alto índice de popularidad que marcan las encuestas, si es realmente una vaca sagrada en el sentido más elevado de la palabra, ¿por qué no se propone al resto de los pretendientes de la oposición al trono presidencial unirse en torno a su candidatura bajo un programa común cuya primera medida sea hacer lo que hizo el presidente Zelaya en Honduras?

Es decir, llamar sí o sí a plebiscito, para terminar con el sistema electoral binominal

Una elección presidencial vinculante, cuyo resultado sea la aprobación abrumadoramente mayoritaria para ejercer el derecho del pueblo en el más breve plazo, de darse su propia Constitución, de zanjar definitivamente las reglas del juego de la convivencia cívica, es, una propuesta interesante. Eso sí que sería cueca.

Solamente una vaca sagrada puede llevar a cabo con éxito un (des)propósito tan anhelado como el descrito en el párrafo anterior.

René Dintrans