sábado, marzo 28, 2009

La muerte de mi padre

27 de marzo de 2009

Hace más de treinta años, trintaiuno para ser más exactos, como a esta hora, murió el papá en el baño de una oficina en el centro de Santiago, lejos de nosotros, sus hijos.

Fue tan fulminante el golpe de la muerte en el interior de su cabeza, que dicen que murió parado, y que se desplomó cuando fueron a abrir la puerta.

Después lo llevaron a la morgue, como se estila en estos desgraciados casos, funcionarios hicieron su rutina con su cuerpo indefenso, frío.

Pudimos ver a través del grueso vidrio de su ataúd su rostro inconmovible, él no estaba para reclamar por la forma en que le llegó su prematura muerte.

Sobre sus ojos cerrados, sus soñadores ojos, quedó grabada la última imagen que tengo de él, y que jamás se ha apartado de mi lado.

El buen sentido nos dice que la vida que encontramos tan natural, tiene una existencia corta, muy corta, puesto que estos hechos que describo, pudieron haber ocurrido ayer, con este mismo sol tímido de la tarde, que está detrás de la ventana de la pieza donde me encuentro escribiéndolos.

El mismo cielo de entonces está ahí, sobre las hojas de las plantas, iluminando de crepúsculo sus vegetales vidas pasajeras.

Es así como la verdadera realidad ocurre sobre los sueños que se precipitan en nuestras mentes, los sueños verdaderamente son la realidad, aunque hayan quedado detenidos en esos párpados cerrados.

Un abrazo a todos

1 comentario:

Enrique Dintrans Alarcón dijo...

Conmovedoras escenas en el tiempo compartido, aún así intransferible la vivencia.
To todo se da en un instante. La intuición de esta vida que nos ha tocado compartir junto al padre. Ah, la misma ventana y las mismas plantas que hoy también he visto, en la misma casa.
Gracias René.