viernes, junio 24, 2011

El teléfono


El teléfono

Una piedra era el teléfono
que sonaba en el fondo del río

Yo no podía saberlo entonces
considerado el hecho que permanecí
una larga temporada
detrás de un grueso ventanal
que eran mis propios ojos

La voz nunca llegó
nunca emergieron esas palabras

allí quedaron sin ser vistas
golpeándose unas a otras
como ebrias extraviadas

reducidas a fin de cuentas
al puñado de letras
que hoy siento caer desde mi pecho

( de 20 poemas resueltos)

A donde vas sin tus ojos


13.- A donde vas sin tus ojos

A buscarlos, los he perdido
el sol de mañana los secará
así
de tumbo en tumbo
hice el camino en sentido inverso

la fortuna quiso que tropezara
con ellos
a la vuelta de la esquina

humedecidos estaban latiendo
bajo las hojas de unos acantos
y otros que allí se encontraban
hacían turno para lamerlos

a tientas me incliné
y les rogué que saltaran
hacia mis cuencas vacías

conmovidos por mis súplicas
los desdichados les gritaron:
¡Vamos salten!

y alentados de esa manera
regresaron minutos antes
que comenzara una tragedia


Etiquetas: POESÍA (Veinte poemas resueltos)

viernes, junio 17, 2011

jueves, junio 16, 2011

Echo de menos a la clase obrera




Echo de menos a la clase obrera


La otrora joven y vigorosa clase obrera brilla ahora por su ausencia, ahora que los jóvenes han logrado tomarse las calles y las plazas, ahora que han logrado burlar el cerco periodístico de “ La Tercera & El mercurio”, y el monopolio informativo de la TV , pintando sus blancas letras en las vistosas carrocerías de los buses del Transantiago para informarnos con sus fugaces frases: “la tele miente, apágala”, “no al lucro en la educación”, “Lavín estudió gratis”.



Ahora que es posible cambiar las cosas para un futuro digno - para el propio futuro de la clase trabajadora y sus hijos -, ellos, no se encuentran en el horizonte para aportar con su decisiva fuerza.

No están aquí los obreros de la Construcción, de las fábricas. No están presentes las super-explotadas cajeras de los super-mercados, las empleadas de los malls, de las cadenas de farmacias. No están tampoco las víctimas de los terroríficos créditos de las multitiendas, las víctimas  del terrorífico Dicom, de las terroríficas tarjetas de crédito, no están los trabajadores mineros ni los portuarios. No están los empleados públicos, de la salud, de los municipios.

Ahora es el momento propicio para que tomen conciencia de su calamitoso estado, para que tengan la claridad que tienen los jóvenes que se las están jugando, ahora es propicia la chance que se indignen de la situación que padecen. Que padecemos la inmensa mayoría de los chilenos.

La clase obrera no está porque no quiera estar como protagonista como el natural contrapoder oponible a la clase dominante, no está porque ha sido abusada por sus dirigentes, ha sido burlada por los partidos que habían jurado representarla, ha sido intencionalmente paralizada por los gobiernos de la Concertación , que ha hecho de sus líderes unos títeres de trapo que no valen absolutamente nada.

La clase dominante está alerta al peligro que se les acabe el festín, por estos días ha facilitado un encuentro del gobierno de los empresarios con la oposición concertacionista que felizmente fracasó.

La denominada Derecha no acepta un cambio del sistema electoral que patrocine efectivamente la proporcionalidad y representatividad ciudadana, es decir, no acepta el término del binominal, no acepta la facultad de la ciudadanía  para ejercer la democracia directa, no está para que se realicen plebiscitos.

La Derecha que gobierna no está para cambiar las condiciones que nos han llevado a la situación límite en que nos encontramos y que se niegan a reconocer. No están para aceptar que las minorías tengan algo que decir. A ellos les acomoda el bipartidismo, tienen vocación por el disimulado co-gobierno que se realizó durante los últimos 20 años, y pretenden seguir en el mismo tono sin asumir que son minoría, y que están cosechando lo que sembraron cuando eran esa sui-géneris oposición que logró que el entonces gobierno transara sus principios, que perfeccionara y aplicara la ley antiterrorista, que hiciera ley “la agenda pro-crecimiento” que hizo finalmente sucumbir a los consumidores, al medio ambiente, a los mapuche, despojándoles de las antiguas leyes, para dejar despejado el camino a los ávidos inversionistas.

A mí me parece que Piñera tiene los días contados, que no cumplirá  los 4 años de su mandato en  caso que la clase obrera se auto-convoque, en el caso que la ciudadanía tome conciencia que el momento es ahora, que hoy es el tiempo de hacer un nuevo pacto social que contemple una nueva Constitución, de exigirlo, saliendo masivamente a las calles, tomándose los espacios públicos, paralizando, resistiendo pasivamente en el resto de las actividades, poniéndolo entre la espada y la pared. Presionándolo a realizar lo que la Concertación no fue capaz de hacer, a considerar lo que la mayoría de la ciudadanía reclama si es que no quiere terminar en forma abrupta su período.

lunes, junio 13, 2011

Carta del Vidente


Carta del Vidente
Rimbaud a Paul Demeny

Charleville, 15 mayo 1871


(Fragmento)



….
—Ahí va una prosa sobre el porvenir de la poesía.

Toda poesía antigua desemboca en la poesía Griega, Vida armoniosa. — Desde Grecia hasta el movimiento romántico, — edad media, — hay letrados, versificadores. De Ennio a Turoldus, de Turoldus a Casimir Delavigne, todo es prosa rimada, un juego, apoltronamiento y gloria de innumerables generaciones idiotas: Racine es el puro, el fuerte, el grande. — Si alguien le hubiese soplado en las rimas, revuelto los hemistiquios, al Divino Tonto no se le haría más caso hoy que a cualquiera que se descolgara escribiendo unos Orígenes. — Después de Racine, el juego se pone mohoso. Ha durado dos mil años.

Ni broma ni paradoja. La razón me inspira más convencimientos sobre el tema que rabietas se agarra el Jeune-France. Por lo demás, los nuevos son muy libres de abominar de los antepasados: estamos en casa y no nos falta el tiempo.

Jamás hemos bien juzgado al romanticismo. ¿Quién iba a juzgarlo? ¡Los críticos! ¿A los románticos, que tan bien demuestran que la canción es muy pocas veces la obra, es decir: el pensamiento cantado y comprendido por el cantor?

Porque Yo es otro. Si el cobre se despierta convertido en corneta, la culpa no es en modo alguno suya. Algo me resulta evidente: asisto a la eclosión de mi pensamiento: lo miro, lo escucho: aventuro un roce con el arco: la sinfonía se remueve en las profundidades, o aparece de un salto en escena.

Si los viejos imbéciles hubieran descubierto del yo algo más que su significado falso, ahora no tendríamos que andar barriendo tantos millones de esqueletos que, desde tiempo infinito, han venido acumulando los productos de sus tuertas inteligencias, ¡proclamándose los autores!

En Grecia, he dicho, versos y liras ponen ritmo a la acción. A partir de ahí, música y rima se tornan juegos, entretenimientos. El estudio de ese pasado encanta a los curiosos: muchos se complacen en renovar semejantes antigüedades — allá ellos. A la inteligencia universal siempre le han crecido las ideas naturalmente; los hombres recogían en parte aquellos frutos del cerebro; se obraba en consecuencia, se escribían libros: de tal modo iban las cosas, porque el hombre no se trabajaba, no se había despertado aún, o no había alcanzado todavía la plenitud de la gran ilusión. Funcionarios, escribanos: autor, creador, poeta, ¡nunca existió tal hombre!

El primer objeto de estudio del hombre que quiere ser poeta es su propio conocimiento, completo; se busca el alma, la inspecciona, la prueba, la aprende. Cuando ya se la sabe, tiene que cultivarla; lo cual parece fácil: en todo cerebro se produce un desarrollo natural; tantos egoístas se proclaman autores; ¡hay otros muchos que se atribuyen su progreso intelectual! — Pero de lo que se trata es de hacer monstruosa el alma: ¡a la manera de los comprachicos, vaya! Imagínese un hombre que se implanta verrugas en la cara y se las cultiva.

Digo que hay que ser vidente, hacerse vidente.

El poeta se hace vidente por un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos. Todas las formas de amor, de sufrimiento, de locura; busca por sí mismo, agota en sí todos los venenos, para no quedarse sino con sus quintaesencias. Inefable tortura en la que necesita de toda la fe, de toda la fuerza sobrehumana, por la que se convierte entre todos en el enfermo grave, el gran criminal, el gran maldito, — ¡y el supremo Sabio! — ¡Porque alcanza lo desconocido! ¡Porque se ha cultivado el alma, ya rica, más que ningún otro! Alcanza lo desconocido y, aunque, enloquecido, acabara perdiendo la inteligencia de sus visiones, ¡no dejaría de haberlas visto! Que reviente saltando hacia cosas inauditas o innombrables: ya vendrán otros horribles trabajadores; empezarán a partir de los horizontes en que el otro se haya desplomado.

— Continuará dentro de seis minutos —

sábado, junio 11, 2011

La casa de Larraín


La casa de Larraín

La casa de Larraín no es la casa de Larraín, es la casa de Dintrans que está ubicada en la avenida Larraín, tal como la casa de la tía Aminta no es la casa de Eliodoro Yáñez, ni la casa del tío Enrique tampoco es la casa de Campos.


 La casa de Larraín sigue siendo la casa de mi padre, a pesar de su inesperada muerte ocurrida hace más de 30 años. Él hizo construir esa entrañable casa como si sus propias manos hubieran ajustado la noble madera de sus muros y pilares.

Cada tabla era una lección  para nosotros, si salía defectuosa o se quebraba, no era una fatalidad, de igual manera servía. No hay mejor escuela que la escuela de la pobreza decía, agregando que el carácter nunca se termina de adquirir totalmente, que siempre existía la chance de crecer, de adaptarse a las dificultades, que no era de ningún modo lo mismo que someterse a los caprichos del destino.

Todos tuvimos algo de su tiempo, todos fuimos testigos de cómo cultivaba la paciencia nuestro querido padre, siempre redondeando para mejor, siempre las mejores expectativas, siempre supliendo con ingenio lo que la cruda realidad negaba.

Allí quedó la casa, con sólo algunos detalles por sacar, la increíble casa de Larraín, la que debe ser revivida de vez en cuando. Ahora me ha tocado a mí esa noble misión.

No resulta fácil repasar sus muros, ni pulir las tablas del piso para barnizarlas como la cubierta de una guitarra, no es fácil encontrarse a cada rato con las huellas del pasado que han quedado registradas en el sentido caprichoso de un clavo o en el giro errático del tornillo de una bisagra.

A cada rato hay intervención del más allá, es como si jugara a las escondidas este señor que duerme su clásica siesta de 20 minutos entre las caratulas de cualquier libro – los hay por miles en esa vieja casa-, y que por la noche simula ser un gato que camina de puntillas sobre el frágil techo de pizarreño.

Cuando alguien advierte su presencia, entonces el aullido de los perros, el machacante sonido de la lluvia, o el lento crujir de las tablas dormidas, disimulan su huída estratégica.

A mí no me hace leso, yo soy el que tiene el lápiz en la mano sobre la hoja de papel, yo lo he perseguido por el intrincado laberinto que comienza al final del  pasillo que se conecta en algún momento con el campanario de la iglesia vecina, y lo he visto escaparse entre la muchedumbre que marcha al compás del replicar de sus campanas.

Yo no creo en fantasmas, y por ningún motivo aceptaría visitas del otro mundo, estoy determinado a constatar su presunta existencia si es que aún algo de él hay en esta angosta faja de tierra, a tomarlo por el brazo y mostrarlo a mis hermanas.

Una vez lo divisé con un sombrero de paja mirando de reojo desde la feria campestre de la pintura costumbrista que cuelga en el muro del comedor. Por míseros minutos se me escapó por el camino que da al bosquecillo de otro notable pintor, iba alegre silbando a los perros que entonces arañaron la mampara por salir a su encuentro.

Ayer por la tarde la brisa rozaba las alargadas copas de los álamos, sus gruesos lentes, sus ojos profundos y plácidos seguían el movimiento de la arboleda.

La tarde que caía a los pies de su silla favorita iluminaba de crepúsculos su camisa blanca arremangada, sus oídos prestos escuchaban el murmullo de las hojas que seguía con devoción hasta que dejaba de brillar la última de ellas.

Los rayos anaranjados palpitaban en mi pecho, palpitaban en las pupilas de mis diez hermanos, en las sonrisas bondadosas de las gentes cabalmente humildes que circulan diariamente por el paisaje de la memoria.

                           Fin

                                                                      
  6 de noviembre de 2003

lunes, junio 06, 2011

Nadie sabe para quien trabaja


Rutina diaria

Vivo al frente de una capilla
que se abre como reloj de arena
dejando fluir los deudos del día

de vez en cuando

mis ojos curtidos en la rutina
son penetrados por el cortejo
que llora su particular desgracia.

Interminables minutos desfilan
con el ataúd a cuesta por mis nervios,

luego, como ya es una costumbre, 
en un hoyo hecho en mi cabeza,
dejan abandonado al occiso,

y sin hacer declaración alguna
se retiran del lugar de los hechos
socios, familiares, y vecinos 


(de 20 poemas resueltos)