Qué clase de
representantes son aquellos que no representan a sus representados
Publicado en www.elclarin.cl el jueves, 04 de agosto de 2011
Es ahí donde reside el problema que tenemos, cuyo enunciado
quedó escrito en el título de esta nota. Suerte que por estos días ha quedado
ratificado por los resultados que la encuesta Adimark midió entre los
ciudadanos chilenos presuntamente representados: el gobierno del presidente
Piñera, que hace menos de 2 años obtuvo más de 50% de las preferencias para ser
elegido presidente, hoy sólo el 30% de sus representados lo aprueba; el
Parlamento que fue renovado totalmente en la misma fecha, para el caso de los
diputados, ahora sólo lo aprueba el 22%, y el senado, en que fue elegida la
mitad de sus integrantes, es aprobado sólo por el 27% de sus representados.
Los representados no se sienten representados por sus
representantes. Los que saben de política hablan de crisis de
representatividad.
¿Es normal, es prudente, es deseable, que la ciudadanía deba
marchar por las calles para que los poderes del estado solucionen los problemas
no solucionados por sus representantes elegidos que ha devenido con el tiempo
en la indignación de los representados?
Es evidente que hay un divorcio entre representantes y
representados. Entre la “clase política” y la ciudadanía, entre el presidente,
los senadores y diputados, y el pueblo de Chile.
Los cabros de ahora parecen más inteligentes, como que han
despertado entre tanta indiferencia, entre tanto “no estoy ni ahí”, y de paso
se han puesto en la vanguardia: tienen al gobierno en jaque.
¿Es que el sistema electoral para elegir a los
representantes populares no es el adecuado ya que en tan corto tiempo después
de una elección los encuestados renieguen de su opción votada?
Posiblemente sea verdadera esa afirmación planteada como
pregunta.
Los cabros de ahora parecen más valientes, más valientes e
inteligentes. Saben de sobra que tienen la sartén por el mango, saben que el
gobierno pretende ganar tiempo, pretende cambiarles el escenario, pretende
repetir el protocolo seguido anteriormente con sus antecesores “los pingüinos”.
Pero la Historia
está ahí para aprender de ella.
Ellos saben que esta gesta está recién empezando, sobre
todo, por las palabras de Hinzpeter , que más parece el punto de partida a una
reacción en cadena, ya que informó que
el Gobierno no autorizará ninguna marcha por la Alameda que convoque la Plataforma Social
por la Educación. Ya
que él considera que “el tiempo de las
movilizaciones terminó”
Las palabras de Hinzpeter, y esa especie de “dialogo de
payasos” con el alcalde Zalaquet, parece, al tenor de los tiempos, francamente
demenciales. Es como intentar apagar el fuego con bencina.
La ciudadanía espera cambios relevantes, ya pasó el tiempo
de los cambios cosméticos. Lo pertinente es un nuevo pacto social, en que lo
mínimo a pactar sea la forma en que se eligen a los representantes populares, en
otras palabras: fin al sistema binominal.
Si la autodenominada “clase política” no quiere entender que
es el tiempo de cambios estructurales, entonces que se entienda con las
movilizaciones populares, que se entienda con las huelgas de hambre masivas de
los adolescentes de Chile, con la no-violencia activa de la ciudadanía, que
puede terminar en un país entero protestando a través de sus huelguistas de
hambre; en cada escuela, en cada universidad, en cada centro productivo, en
cada puesto de trabajo.
Para entonces, tendrán que ponerse de acuerdo los Longueiras
con los Inzulzas, los Lagos con los Jovinos, los Piñeras con las Bachelet, en
que la cosa va en serio, por lo tanto, es preciso abrirse a los cambios
democratizadores para este Chile que ha sido burlado, ha sido humillado, ha
sido diezmado, por la codicia, la felonía, y la violencia.
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