viernes, marzo 05, 2010

Terremoto en Chile

Agradezco al Clarín por publicar esta traducción libre de Pablo Oyarzún de "EL TERREMOTO EN CHILE", Heinrich von Kleist * publicado el viernes 05 de marzo de 2010 y que aporta valiosos datos, que a pesar de los años transcurridos, confirma que el sustrato de su población sigue actuando con los mismos padrones que se ponen a prueba en su territorio azotado por despiadados terremotos por lo menos cuatro veces en cada siglo de la historia que contiene en sus páginas.

La romántica historia de Josefa y Jerónimo que fue sancionada por el “orden público” de aquella época ( 1647), queda momentáneamente libre de su cruel desenlace por coincidir felizmente con una catástrofe natural. Esta explosión de la naturaleza, los libera por 24 horas de la fuerza ejecutora del “orden natural” ( la inquisitoria actitud moralista de la clase dominante definida por el orden semi-feudal que en la práctica ocurría en las colonias de España).

La tragedia que nos golpea en la actualidad, ha hecho que en las primeras 24 horas después de su aparición, todos los chilenos hayamos sido iguales. El miedo, la furia de la fuerza desatada, el mar entrando por las calles, la muerte, la destrucción violenta de los espacios habitados, la desolación, el hambre, la cruel espera del rescate, la historia de personajes de carne y hueso que la sufren; han igualado en la desgracia a parte significativa de los chilenos:

“Y en medio de estos horrorosos momentos, en que todos los bienes terrenales de los hombres eran aniquilados y la naturaleza entera amenazaba ser destruida, verdaderamente parecía que el espíritu humano mismo brotara como una hermosa flor. En los campos, hasta donde llegaba la mirada, veíanse seres humanos de toda condición, príncipes y mendigos, damas y campesinas, funcionarios y jornaleros, monjes y monjas, compadeciéndose unos a otros, prestarse recíproca ayuda, compartiendo alegremente lo que hubiesen podido rescatar para la conservación de su vida, como si la desgracia general a la que habían escapado los hubiese convertido en una [sola] familia.”

Entonces hoy es necesario restablecer el orden público a la brevedad, hay que restablecer cuanto antes el orden burgués, que mal que nos pese, es el orden que nos rige. De modo que en nada sorprende la actitud de los feligreses de la iglesia de los dominicos, esa era la sociedad de la época que llamaba a gritos el restablecer el orden interrumpido, la ley ya la había pronunciado el canónigo desde el púlpito, era la voz del poder.

De manera que somos ilusos si pensamos que este terremoto va remecer el orden de las cosas, muy por el contrario, el poder se ha depurado, los hijos legítimos de la clase dominante están reemplazando por estos días, en medio de la confusión, a sus hijos bastardos que ya cumplieron con lo que han llamado la transición de un modelo inviable ( la dictadura), hacia el modelo triunfante ( seudo democracia definida por el binominal), conocido como neoliberal.

Josefa y Jerónimo, los jóvenes amantes que se entregaron a sus sueños, que practicaron el placer en prohibidos jardines, que desafiaron el “orden natural”, que se reencontraron bajo la sombra de los granados, que tenían la esperanza en sus pechos, se estrellaron finalmente con la realidad:
“En el pecho de Jerónimo y de Josefa alentaron muchos pensamientos de curiosa índole. Al verse tratados con tanta confianza y bondad no supieron qué pensar del pasado, del cadalso, de la prisión y de la campana; ¿acaso todo había sido sólo un sueño? Parecía como si todos los ánimos se hubiesen reconciliado después del espantoso golpe que los había sacudido”

La reconstrucción de Chile que se proclama con tanto alarde por estos días, no es más que la afirmación del orden imperante. El terremoto no es más que el providencial pretexto para lograr la unidad para sacar las leyes que necesitan, y que ya antes , entre la victoria electoral de la Derecha y el terremoto, dieron abiertamente a conocer: flexibilidad laboral, enajenación de Codelco, término de las investigaciones pendientes sobre violación de los DDHH.

El desenlace del relato de Heinrich von Kleist nos da la razón a priori, otra tragedia del pueblo se aproxima, otro sangrienta historia, que al igual de los fatídicos golpes telúricos, se repite como un mazazo en las cabezas de los que osan desafiar el “orden”. El golpe militar del 73 se perfecciona hoy con la toma del último bastión mediante una elección.

No quisiera terminar esta espontánea reflexión sin antes destacar otros momentos del relato: a mí me pareció interesante la mención al infeliz tipo que arrancando de su casa incendiada, salta la tapia de un conspicuo vecino; este lo hace arrestar y es ahorcado en el momento sin juicio previo. Terminada la catástrofe, se reestablece la intocable propiedad privada.

Otro personaje que hay que destacar, es al zapatero Pedrillo, este es el que precipita la vuelta a la “normalidad”, es quizá el inicio de una rudimentaria burguesía que se abría paso, era la clase media aspiracional de la época, la que soñaba con arribar a los círculos del poder, la que inclinó finalmente la balanza.

Atte. René Dintrans

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