miércoles, febrero 24, 2010

Dostoyevski

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Ya desde por la mañana me había yo sentido indispuesto, y al ponerse el sol me encontraba muy mal; empezaba a entrarme algo como fiebre. Además, que no había parado de andar en todo el día y estaba rendido. Al atardecer, antes del mismo crepúsculo, fuí a andar al Prospekt Vosnesenskii. Yo adoro el sol de marzo en Petersburgo, sobre todo cuando se pone, en un atardecer radiante y frío. Toda la calle rompe de pronto a chisporrotear, salpicada de clara luz. Las casas todas parecen de pronto lanzar destellos. Sus olores grises, amarillos y de un verde sucio pierden en un momento toda su fealdad; se diría que se hace luz en tu alma, como si te estremecieras o alguien te diese con el codo. Nueva mirada, nuevo pensamiento. ¡Es portentoso lo que puede un rayo de sol en el alma de un hombre!

Fiodor M. Dostoyevski. "Humillados y ofendidos". Ed. Aguilar. Madrid. 1951. Parte I, Cap. I.

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